¿De la tiza al teatro? Una crónica de los métodos para enseñar inglés
¿Te imaginas aprender inglés como los antiguos aprendían latín, con listas eternas de verbos y cero conversaciones? Aunque suene aburrido, así empezó todo.
Los Métodos Tradicionales.
La historia de la enseñanza del inglés está llena de cambios, modas y revoluciones. El primer gran método fue el Gramática-Traducción, usado desde el siglo XIX, que consistía en traducir textos y memorizar reglas. Ideal para exámenes, pero fatal para hablar. Luego llegó el Método Directo (finales del siglo XIX), que propuso enseñar el inglés como si fuera la lengua materna: nada de traducciones, todo en inglés. Suena moderno, ¿verdad?
En los años 40, el ejército de EE.UU. necesitaba formar soldados que hablaran idiomas rápido. Así nació el Método Audiolingual, basado en repetir frases como grabadora: “I am, you are, he is...” Su creador fue Charles Fries.
Los Métodos Humanistas y Contemporáneos.
Poco después, los años 70 trajeron ideas más creativas, como la Sugestopedia, del búlgaro Georgi Lozanov, que mezclaba música clásica, relajación y teatro para aprender sin estrés.
Más adelante, James Asher propuso la Respuesta Física Total, donde los estudiantes aprenden moviéndose. Si el maestro dice “jump!”, ¡todos brincan! Ideal para niños (y para no dormirse). Y más recientemente, llegó el Enfoque Basado en Proyectos, que pone a los estudiantes a investigar y crear, usando el inglés en situaciones reales.
La Importancia de los Métodos.
Todos los métodos tienen algo valioso que ofrecer. Lo importante no es elegir uno solo, sino saber cuándo y cómo usar cada uno según lo que se quiere enseñar. El inglés, como la historia, también se aprende mejor con variedad.